A comienzos de este año, durante las eternas cuarentenas y encierros voluntarios  e involuntarios ocasionados por la pandemia, tuve la oportunidad de participar en un taller literario impartido por el autor español Juan Gómez Bárcena desde Madrid en su modalidad online. Para conocerle mejor y quizá por ciertas ambiciones de descifrar al maestro antes de que el maestro descifre al alumno, antes de empezar el taller leí su novela El cielo de Lima. Fue una grata sorpresa, ya que el texto es un ejemplo de que uno puede escribir una novela sobre cualquier cosa, incluso una olvidada anécdota del mundillo literario y, a través del lenguaje y la técnica, elevarla, hacerla propia, digna e incluso bella.

Para quien aún no la ha leído, la novela trata sobre la verídica historia de los jóvenes José Gálvez y Carlos Rodríguez, pertenecientes a la clase pudiente peruana en el año 1904, quienes se hacen pasar por una muchacha llamada Georgina Hübner con el fin de obtener un poema firmado por su ídolo Juan Ramón Jiménez. Los jóvenes logran establecer una larga correspondencia con el poeta y van construyendo poco a poco al personaje de Georgina, con ayuda de escribidores por encargo, a menudo con contradicciones que despiertan la suspicacia del poeta español. La novela termina cuando el engaño no puede seguirse y los jóvenes deciden simular la muerte de la musa imaginaria, noticia ficticia ante la cual Juan Ramón decide escribir su poema “Carta a Georgina Hübner en el cielo de Lima”, el cual es reproducido íntegramente en las últimas páginas de la novela y es su final.

Hoy en día bien se pudiera decir que Juan Ramón fue víctima de un vulgar catfishing o la impostura en las redes sociales, tan común hoy en día. Georgina Hübner vendría a ser un vulgar “perfil falso” usado como carnada para obtener el poema de Juan Ramón. Lo interesante radica en cómo José y Carlos construyen lo físico y lo intangible de ese perfil, a base de artificios. Los elementos físicos los constituyen el papel perfumado robado del escritorio de la hermana de uno de los protagonistas más la caligrafía femenina, primorosa, redonda y suave de uno de ellos. Entendemos que lo físico ayuda a creer la verosimilitud del mensaje y a satisfacer las burladas expectativas del lector, en este caso, Juan Ramón. Ahora, lo intangible viene a ser sencillamente lo literario: la invención del personaje, el lenguaje que usa, su historia individual, sus emociones. El cielo de Lima viene a ser una crónica de ese proceso de invención que comienza de manera muy prometedora y termina con la repentina muerte del personaje. No debemos olvidar que los autores engañadores son a su vez personajes ficticios, escritos por Gómez Bárcena. Por lo tanto, El cielo de Lima es una novela sobre el engaño de la ficción, la pretensión de la creación y la seducción del lector, en fin, es literatura que trata sobre literatura.

Gómez Bárcena ha creado una novela consciente de sí misma: es posmoderna. Los episodios sin números de la novela se agrupan en partes tituladas según distintos géneros: comedia, historia de amor, tragedia y poema. En una parta de la obra el narrador nos indica el deseo de uno de los personajes por citar a Lacan, Foucault y Derrida, pero su incapacidad de hacerlo ya que los autores ni siquiera han nacido aún. Quizá sea la obra demasiado consciente: José y Carlos parecen sospechosamente versados en la biografía de Juan Ramón, en especial de sus amores con Jeanne Roussie y ciertas novicias. No soy experto en la biografía y obra del poeta, así que desconozco cuánto sabían los lectores de 1904 sobre el propio Juan Ramón. No obstante, el ardid resulta provechoso para Gómez Bárcena para escribir las siguientes frases: “saben de memoria a qué edad murió su padre, y los pormenores más íntimos de cada uno de sus desamores. Se cuidan de no olvidar ningún detalle, tal vez porque se han acostumbrado a pensar que todas esas tragedias son algo así como un cursus honorum imprescindible para escribir un buen libro de poemas.”

Volviendo a la parte intangible, la parte literaria del engaño perpetrado por José y Carlos, Gómez Bárcena menciona en boca del licenciado Cristóbal una metáfora deliciosa sobre la seducción: cuenta que en la Lima colonial y decimonónica las mujeres usaban un atuendo llamado tapada limeña, compuesto de saya larga, manto y velo, que las cubría desde la cabeza hasta los tobillos y dejaba solamente ver, a través de una grieta, un ojo. Los protagonistas adivinan que “siempre sugiere más lo que se muestra a medias que lo que se muestra por completo”. Por lo tanto, las epístolas escritas por los protagonistas son, en primera línea, textos en los cuales se debe mostrar a medias al personaje de Georgina Hübner para poder seducir a Juan Ramón. Como no hay contacto visual entre los correspondientes, el acto de mostrar – y ocultar – se debe hacer de manera exclusiva a través de las palabras. Sencillamente, lo que cuenta el licenciado es una interpretación de la teoría del iceberg de Hemingway o la del jugador de Chéjov, y puede extenderse como consejo literario para cualquier escritor.

El personaje de Georgina Hübner parte de unos inicios simples – jovencita miraflorina de no más de veinte años – a poco a poco evolucionar a lo largo de la novela. Ella ha pasado a la larga lista de musas imaginarias de la literatura y el arte, perfectas porque no existen. El cielo de Lima hace eco de las famosas obsesiones e idealizaciones amorosas de la literatura e incluso el cine. Carlos regala numerosos atuendos y prendas a una de las prostitutas a las que acude para convertirla en Georgina, semejante a los intentos de Scottie en el film Vértigo por convertir a Judy Barton en Madeleine Elster. El protagonista intenta recrear en ella al personaje que él mismo ha creado, a partir de su propio ideal de mujer, en especial de otra prostituta: la niña polaca con la cual perdió la virginidad. Sin embargo, Gómez Bárcena nos advierte dentro de la propia novela que es 1905 y que aún no existen los psicólogos, al menos probablemente todavía no en Lima.

El poema de Juan Ramón Jiménez que cierra el libro, tiene como últimos versos: “Y si en ninguna parte nuestros brazos se encuentran, / ¿qué niño idiota, hijo del odio y el dolor, / hizo el mundo, jugando con pompas de jabón?”. Además de la posibilidad que Juan Ramón intuyera haber sido víctima de un largo y elaborado engaño, que no podemos descartar, la imagen del mundo como pompa de jabón es hermosa – lo esférico, lo leve y lo efímero unidos – y sugiere a una idea de la vida como artificio, fabricación, ilusión. Georgina Hübner no ha sido otra cosa que una pompa de jabón, creada por dos jóvenes ociosos, impostores, que creen ser escritores. 

La elección de Gómez Bárcena por incluir el poema como final de la novela, la considero insuperable. La belleza del poema de Juan Ramón es innegable y pone en contexto todas las páginas anteriores. Es la lírica enfrentada con la prosa del resto de la novela, el lenguaje poético contrastado con el lenguaje narrativo, la lucha de los géneros. Más que eso, es la verdad contrastada con la ficción: puesto que el poema es precisamente el único vestigio artístico no documental que nos ha quedado de todo el engaño perpetrado por los jóvenes peruanos hace más de un siglo, mientras que la novela es un ficticio intento de reconstruir los motivos y circunstancias que produjeron ese engaño. El poema se convierte en testimonio real, cierto, un arte más “verdadero” y “honesto” mientras que las invenciones de Gómez Bárcena pareciera que tuvieran el mismo valor que las maquinaciones de José y Carlos, por supuesto en comparación con la obra del Nobel. 

Además la figura de los dos jóvenes sudamericanos pudientes que idolatran al poeta peninsular, puede proyectarse hasta hoy en día. No solamente por la fascinación que despierta la metrópolis sobre las anteriores colonias, no siempre de manera constructiva, sino también porque las clases sociales en Latinoamérica han permanecido, de cierta manera, inmóviles, desde 1904 hasta nuestros días. Me atrevo a formular una teoría sumamente personal: es probable que Gómez Bárcena se haya encontrado en los talleres o másteres literarios que imparte con alumnos privilegiados, provenientes del otro lado del océano, quienes también pretenden construir Georginas para obtener el beneplácito suyo. José y Carlos perduran en la figura de todos los aprendices a escritor mediocres que por inmadurez, miopía, son incapaces de distanciarse de su obra y persiguen únicamente el reconocimiento de una autoridad. En oposición a sus cortos y modestos intentos, se ubican los clásicos como referentes: esa es la función del poema al final de la novela.

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